La temporalidad como presentismo virtual en el
postcapitalismo cibernético
El presente escrito pretende trabajar en torno a la relación con
la pregunta por la temporalidad en el contexto del post-capitalismo cibernético, poniéndonos en la posición de que sería un presentismo lleno de
virtualidad.
La manera en que los sujetos se
encuentran interfaseados por los modo de producción de realidad históricos y de
circulación guardan estrecha relación con la manera en la que las imágenes
vívidas son plasmadas en el encuadre, en el intervalo, en la misma duración del
mismo (por la temporalidad y los distintos dispositivos de medición de la
duración de dicho intervalo, también una construcción astro-científica y
social), en la propia subjetividad del corte inmóvil -que es el extracto de una
historia dentro del plano de inmanencia.- , esto debido a que la virtualidad
actualizada dentro de la materia, afuera del sujeto en su cara sensorial, se
presenta como aquello que pasa por la percepción, y que ésta sustrae, encuadra,
deja algo dentro y algo afuera, y vuelve virtualidad actualizada todo aquello
actual que se encuentra en la materia-flujo histórica.
La individualidad en el postcapitalismo es una individuación alienada y volcada
sobre sí misma en un sentido radical, algo moldeado, algo líquido, algo que más
que ser ya un opacar de la luz se convierte en transparencia, en una especie de
espejo repleto de aperturas por donde pasan el devenir y las imágenes en
movimiento, pero en el que nada es absorbido, nada queda dentro, y por ende,
nada queda afuera, no hay encuadre sino que otro estatus de lo perceptivo, pues
el espejo está ya colmado de la interfaz,
el centro de indeterminación de la conciencia ya no realiza un
movimiento constante entre ese pasado y ese futuro que son a la vez presentes,
sino que se presenta a si misma plagada ya de narraciones y relatos que por su
peso virtual, ya no tienen porvenir, sino que son puro presente, y un presente
en el que la individuación es el sentido primero y último de los aparatos hegemónicos
que sustentan el capitalismo mundial integrado, con una estrategia clara de
impedir que estos átomos humanos que se encuentran deambulando entre los
distintos modos de producción y circulación de la realidad no encuentren la
potencialidad de formar lazos nucleares y constelaciones atómicas entre sí con
tal de alterar estos modos de producción de la realidad que les han sido
impuestos, sino apostando a la homogenización masiva de la sociedad productiva
y a la ceguera a través de diversas operaciones del capitalismo centradas
principalmente en la ética neoliberal y el consumismo exacerbado.
Para hablar de un supuesto distópico (que es el postcapitalismo en su sentido
más horroroso, más espeluznante), podemos encontrar diverso material de corte
futurista, cibernético, en el cual se lleva al limite incluso la pregunta por
la trans-humanidad (como ocurre en Blade runner 2049, film que usaremos en este
ensayo), y enlazar dicho material con la noción deleuziana de imagen-tiempo y
el concepto de aceleracionismo (presente de manera un tanto ambigua en diversos
textos de Deleuze y Guattari). Dentro de este dilema de la temporalidad en un
escenario distópico, que ya ve el
aceleracionismo como lo virtual dentro
de los modos de producción y de “existencia” de lo actual, como una potencia
presente y latente, contenida ya en el circuito mínimo de operabilidad, habría
que entrar a pensar si esta indistinción, indiferencia, indiferenciación entre
el pasado y el futuro en el postcapitalismo serían una forma de cristal del
tiempo en el que este movimiento e intercambio constantes entre ambas
materialidades de lo presente se entrelazan, y no encuentran ya su opacidad en
las individuaciones transparentes, que son una versión irreductible del átomo
humano necesario para el funcionamiento óptimo del capitalismo, a la vez que se
están creando e inventando
constantemente nuevos objetos que emulan las capacidades convencionales humanas
de productividad de manera más eficiente y sin la problemática de la
sensación-percepción-corporalidad (la utopía neocibernética, también usaremos
“la hipótesis cibernética” de Tiqqun). Y
sería por esto que hay sólo un presentismo de la temporalidad, un puro presente
que en su virtualidad encuentra ya lo actual – como ocurre, por definición
según Deleuze, pero encontraríamos de manera más radical en las individuaciones
postcapitalistas- y lo mismo de manera inversa y simultanea, en donde todo está
sucediendo, y ala vez nada, donde todo es un exceso de luz en su grado mínimo
en el plano de inmanencia que choca con las individuaciones transparentes sin
dejar dentro de ellas nada de si, pues ya están colmadas por el exceso de lo
escrito por los modos de producción de realidad y de sujetxs.
“Así pues, la imagen actual y “su” imagen-virtual constituyen el más pequeño circuito interior, en última instancia una punta o un punto, pero un punto físico que no carece de elementos distintos. Distintos, pero indiscernibles: así son lo actual y lo virtual que no cesan de intercambiarse. Cuando la imagen virtual se torna actual, entonces es visible y límpida, como en el espejo. Pero la imagen actual se hace virtual por su cuenta, se ve remitida a otra parte, es invisible, opaca y tenebrosa como un cristal apenas desprendido de la tierra. El par actual-virtual se prolonga, pues, inmediatamente, en opaco-límpido, expresión de su intercambio. Pero basta con que las condiciones se modifiquen, para que la cara límpida se ensombrezca y la cara opaca adquiera o recobre limpidez. Se impulsa otra vez el intercambio. Hay sin duda distinción de las dos caras, pero no discernibilidad mientras las condiciones no se precisen”.1
Del presentismo
acentrado en el postcapitalismo podemos suponer mucho, si nos adentramos en el
juego de pensar la temporalidad en el contexto en el que las individuaciones se
encuentran recluidas hacia lo mínimo de si mismas y han pasado ya por el
dispositivo de extracción de fuerzas de producción que es el capitalismo
mundial integrado. Tenemos que pensar a un sujeto que ya no solo es acentrado
en términos bergsonianos, sino en términos de si mismo, como una táctica de
subordinación que ha sido tejida en todos los niveles de la existencia- y, por
qué no, de la inexistencia, mediante la instauración de diversos dispositivos y
tecnologías biopolíticas de poder y de control sobre los cuerpos para
disciplinarles al detalle- y pensar la
individuación de los átomos humanos como una especie de mutilación sensorial-perceptiva-afectiva,
con una desviación al detalle en el plano de inmanencia de todos estos avatares
de la imagen-movimiento en las individuaciones, en las que, apostamos, en el postcapitalismo
más feroz y depredador, la temporalidad es pura virtualidad, y por ende nos
encontramos con un estado constante de imagen-tiempo.
Una imagen-tiempo sin reflejo, sino que aparecería como un espejo por el que se
cuela la luz, sin la conciencia como pantalla negra, sino que con humanxs que
en tanto circuito mínimo operan como un plástico, una capa fina, frágil y
transparente de plasticidad en donde ya ni siquiera hay claridad sobre la
indistinción del germen y el medio, o sobre el pasado o el futuro. No hay una
superposición de uno u otro, hay una simultaneidad donde no hay un entre más
que este plástico a punto de romperse, donde todos los ejes potenciales de
tensión se confunden y se desvanecen como Unidades binarias de estructuración.
El pasado, y las imágenes-recuerdos, pasan a ser imagen-mundo, pero una
imagen-mundo en un sentido constelar, que está presente en cada subjetividad,
que no tiene nada particular. Pasan a ser un espacio nebuloso, incierto,
distante, impersonal, puede ser de todxs y a la vez de nadie, un pasado que se
despliega impropio, disociado de la propia individuación. Y por otra parte, el futuro, que como modo de producción se
presenta tan evidentemente en colapso, en una crisis de sostenimiento y actualización
constante de sus múltiples virtualidades, pasa a un plano de poner entre
paréntesis todo lo que no sea en la Realidad, en el espejismo sensorial que es
el dispositivo del Ahora, del presente, cuando, lo que realmente se pone entre
paréntesis, es que nosotrxs nos hemos quedado sin pasado y sin futuro. Mencionamos que ejemplificaríamos con un
extracto del film Blade Runner 2049 que se amolda con bastante precisión a los
diversos temas que nos proponemos hilar – o intentar hacerlo, si hay éxito o fracaso
no es importante- , en este punto, particularmente, con que un transhumano del
film, el Oficial K, articula todo un plan de acción para su propia existencia,
con la que se siente instatisfecho luego de descubrir “la verdad”, que se le
despliega a partir de una serie de recuerdos de su infancia que aparecen en su
memoria tanto a modo de imágenes como de flashbacks, para, finalmente descubrir
que todos esos recuerdos no eran propios, le eran ajenos, eran un prototipo de
memoria extraídos de otra persona e implantados en una gran cantidad de
Replicantes que atravesaron por el mismo proceso de revivir recuerdos de una
vida que nunca les fue propia, sino que eran imágenes-recuerdos de una
existencia ajena y que se les hizo circular a replicantes que son pura
virtualidad en la imagen-tiempo, a la vez que están en la frontera con la
neocibernética, con la optimización de lo humano a través de lo mecánico, los
circuitos, la construcción microscópica y mimética con lo humano. La catarsis
del personaje sin duda es algo que remece, tanto cuando revive “sus recuerdos”,
como cuando es expropiado de ese pasado a su vez expropiado y reproducido,
repetido, banalizado, pues también le causa afección, la afección de lo
atemporal en el sentido tradicional y lineal, afección de la pérdida de lo que
le era personal, afección por volver al punto en que sólo es una producción en
serie. Porque no le hay tiempo propio, ni un tiempo ajeno que no sea el del artificio.
“Que estemos dentro del tiempo
parecería ser un lugar común, y sin embargo es la máxima paradoja. El
tiempo no es lo interior en nosotros, es justo lo contrario, la interioridad en
la cual somos, nos movemos, vivimos y cambiamos” 2
El tiempo en el
contexto postcapitalista- tanto en un caso llevado al extremo, como ocurre con
Blade Runner, como en lo que podemos apreciar hoy en el papel que ha jugado el
mismo sobre nosotrxs- sería puro
presentismo que quiebra con la cronología lineal tan propia de occidente. La
imagen-tiempo como artífice postcapitalista es un presentismo que va remitiendo
y asociando al tiempo con una sublimación de la subjetividad, en la que todas las
individuaciones plásticas, cada átomo humano, cada circuito, pierde su
heterogeneidad, toda interacción, todo intervalo, toda duración, todo entre ocurre
de la misma forma para todxs, reduciendo todo al circuito mínimo
postcapitalista que es la individuación plástica, y que se objetiva en esa
competencia incesante e inacabada que el capitalismo exige constantemente sobre
los cuerpos, cuerpos idénticos entre sí, sin un relato propio de cada quien,
cuerpos organizados que son todos partes y perspectivas de una misma imagen
mutua de lo virtual/actual en ese deambular constante que se produce en los
quiebres y balances del sistema.
“El gran circunverso quiere circuitos estables, ciclos iguales, repeticiones previsibles, contabilidades sin confusión. Quiere eliminar cualquier pulsión parcial, quiere inmovilizar el cuerpo. Así como la ansiedad de aquel emperador del que habla Borges, que deseaba un mapa tan exacto del imperio que recubriera el territorio en todos sus puntos y por lo tanto lo reprodujera a su escala: los súbditos del monarca tardaron tanto tiempo y gastaron tanta energía en acabarlo y en mantenerlo que el imperio ‘mismo’ cayó en ruinas a medida que su relieve cartográfico se fue perfeccionando; tal es la locura del gran Cero central, su deseo de inmovilización de un cuerpo que no puede ‘ser’ más que representado.”3
¿Podría decirse que el capitalismo lo que se propuso hacer con nosotrxs fue convertirnos en organismos homogéneos a partir de
someter nuestra individualidad a una moldeabilidad en serie? Creemos que sí, y
que ha sido fundamental el concepto de organismo humano para poder ejercer de
manera soberana una automatización y explotación sistemática. Eliminar la idea
de Cuerpo sin órgano, reemplazarlo por el organismo humano-especie, “El
organismo no es en modo alguno el cuerpo, el CsO, sino un estrato en el CsO, es
decir, un fenómeno de acumulación, de coagulación, de sedimentación que le impone
formas, funciones, uniones, organizaciones dominantes y jerarquizadas,
transcendencias organizadas para extraer de él un trabajo útil.” 4
“Si hay algún sistema que se haya asociado con ideas de aceleración, ese es el capitalismo. El metabolismo esencial del capitalismo demanda un crecimiento económico constante, una competencia permanente entre entidades capitalistas individuales y un desarrollo continuo de las tecnologías para aumentar la ventaja competitiva, todo ello acompañado de una fractura social cada vez más grande. En su forma neoliberal, su proclama ideológica es la liberación de las fuerzas de destrucción creativa para despejar el camino a las innovaciones tecnológicas y sociales, en constante aceleración” 5
La demanda capitalista por el crecimiento económico ha
consistido a su vez en una demanda en las subjetividades por sublimarse de sí
mismas y volcarse por completo sobre una virtualidad que se mueve sobre el eje
de si misma. La individuación plástica es un Entre localizado estratégicamente
ahí, en el intervalo de la imagen-mutua, para actualizar-se en la Realidad
poscapitalista, para estar en un intercambio cristalino entre uno y otro, pero
con un trasfondo de “trabajo útil” de productibilidad, de operabilidad y
optimización del cuerpo del hombre- especie y hombre-máquina foucaultianos
llevado hasta los rincones de la tecnocibernética.
“ En cuanto ciencia de la sociedad, la cibernética apunta a inventar una regulación social que pase por encima de esas macro-instituciones que son el Estado y el Mercado en beneficio de micro-mecanismos de control, en beneficio de dispositivos. La ley fundamental de la sociocibernética es la siguiente: crecimiento y control evolucionan en razón inversa. Es por tanto más fácil construir un orden social cibernético a pequeña escala: “el restablecimiento rápido de los equilibrios exige que las desviaciones [écarts] sean detectadas en los lugares mismos donde se producen, y que la acción correctora se efectúe de manera descentralizada” 6
La sensación y la huella que queda al ver Blade Runner es de una
desolación en la que está todo tan colmado del artífice, de la tecnología, del
progreso abrupto y exagerado, que se vuelve desierto. De un constante flujo de
individuaciones plásticas que no saben si son humanas, si son replicantes, se
saben acentradas buscando un anclaje en el binarismo pasado-futuro, pululando
de manera simultanea en las múltiples caras de lo Real sin algo propio más que
la propia virtualidad, desterritorializandose en cada cambio de cuadro… un estado
en suspensión de un cristal de tiempo. Y esa huella, ese sabor tan
indescriptible presente en todo trabajo audiovisual de distopía futurista, nos
persigue porque nos recuerda que el origen de ese desierto está en la sociedad
en la que habitamos, y quizás estuvo en la virtualidad de la misma desde que
comenzó nuestra evolución como especie.
“El reconocimiento de la hibridez hombres-máquinas en los agenciamientos sociales no haría ciertamente más que extender la lucha por el reconocimiento y la tiranía de la transparencia en el mundo inanimado.” 7
Mundo inanimado propio del
postcapitalismo cibernético, en el que el movimiento tampoco es como tal sino
que es pura circulación, repetición, producción en serie, de subjetividades, de
formas, de virtualidades, de sujetos. Movimiento falso, compás aprendido y
mecanizado. Mundo inanimado donde la
transparencia de la individuación plástica es el sustrato por excelencia y el
pilar homogeneo de identidad creada como molde para poder extraer la
sustentabilidad tanto de lo humano, como de la tecnología cibernética que se ha
desprendido de esa misma humanidad para imitarla, perfeccionarla y hacerla llevar adonde nosotrxs no podemos
llegar, a los límites de lo transhumano. Ahí donde la temporalidad es ese puro
presentismo sórdido y desértico pero colmado de virtualidad y dotado de los
avatares de la imagen-movimiento, pero desde lo no-humano. Ya no hay especie
como centro tampoco en el plano de inmanencia, hay una mutación de organismos
individualizados a nivel celular, más allá de los órganos de lo que
biológicamente nos haría parte de una misma especie, como un oceanismo
antropocéntrico, sino que repletados de la similitud y barridos de lo personal,
la diferenciación, y programados hacia la homogeneidad optimizada.
El mecanismo neocibernético lo que hace es convertir toda la temporalidad de la
individuación en una virtualidad en la imagen-tiempo donde el entre, la
subjetividad, es pura fragilidad homogénea, característica, moldeabilidad y
punto constante de quiebre entre la catarsis y el exceso de comodidad por la
excesiva presencia del presente.
“En cuanto ciencia de la sociedad, la cibernética apunta a inventar una regulación social que pase por encima de esas macro-instituciones que son el Estado y el Mercado en beneficio de micro-mecanismos de control, en beneficio de dispositivos. La ley fundamental de la sociocibernética es la siguiente: crecimiento y control evolucionan en razón inversa. Es por tanto más fácil construir un orden social cibernético a pequeña escala: “el restablecimiento rápido de los equilibrios exige que las desviaciones [écarts] sean detectadas en los lugares mismos donde se producen, y que la acción correctora se efectúe de manera descentralizada (…) Lo cual quiere decir que la cibernética no es, como se la quisiera entender de forma exclusiva, la esfera separada de la producción de informaciones y de la comunicación, un espacio virtual que se superpondría al mundo real. Es sin duda, más bien, un mundo autónomo de dispositivos confundidos con el proyecto capitalista en cuanto es un proyecto político, una gigantesca “máquina abstracta” hecha de máquinas binarias efectuadas por el Imperio, forma nueva de la soberanía política, y, habría que decirlo, una máquina abstracta que se ha vuelto máquina de guerra mundial.” 8
1- Deleuze, G. La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2 (p. 100)
2- Deleuze, G. La imagen- tiempo. Estudios sobre cine 2. (p. 115)
3- Lyotard, J. (1973) Economía libidinal.
4- Deleuze, G y Guattari, F. Mil mesetas. Capítulo ¿Cómo hacerse un cuerpo sin órganos? (p. 11)
5- Williams, A y Srnicek, N. Manifiesto por una política aceleracionista (p. 3)
6- Tiqqun. La hipótesis cibernética.
7- Ibíd.
8- Ibíd.
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