Hembras explotadas del tercer mundo: el legado
silencioso del antiespecismo ácrata y las reivindicaciones bulliciosas desde el
anarcofeminismo contemporáneo
Difícil se hace comenzar y desarrollar
una interseccionalidad entre los conceptos “antiespecismo”, “anarquismo”
y “feminismo”, debido a la poca bibliografía que hay a lo largo del recorrido
histórico del anarquismo desde sus exponentes mas clásicxs y tradicionales. Si
bien algunxs autores como Louise Michel y Piotr Kropotkin plantearon una
postura sobre lo animal y el trato a estos desde una perspectiva crítica y que
vendría a cuestionar el despliegue del maltrato hacia las especies animales no
humanas, no tuvieron grandes repercusiones ni teóricas ni prácticas en las
acciones directas y las propagandas por el hecho del anarquismo de los siglos
XX y XXI, ni sería algo que se problematizaría de manera profunda hasta
mediados del presente siglo más o menos.
De todas formas, se puede hacer el entrecruce y arme teórico para el particular
contexto latinoamericano entre :
-Lo que se gestó en América Latina durante principios del siglo XX en el
movimiento del naturismo libertario,
corriente ácrata de búsqueda de armonía con la naturaleza, el cese de la
explotación, el bienestar del propio cuerpo como trinchera de combate (se puede
considerar, igualmente, que la visión del cuerpo como propiedad de lxs
naturistas libertarixs guarda estrecha relación con pensamientos de
protoliberalismo occidental provenientes de Locke ), que aparece en medio de
las más grandes revueltas obreras en el territorio, y la expansión de los
mecanismos de contrainformación a través de periódicos, boletines, entre otros,
adquiriendo vital importancia dentro de los espacios y discursos
anarcosindicalistas de la época. En nuestro país incluso hay una serie de
antecedentes de escritos y periódicos naturistas (provenientes sobre todo del
sur), y de personajes que se posicionaron desde esta postura. Importante fue el
trabajo que realizó la lWW (Industrial Workers of the World), plataforma anarcosindicalista
multinacional y con sede en el puerto de Valparaíso, en los labores de higiene
y salud en las empresas de principios del siglo XX, como parte de una
reapropiación del cuerpo obrero como un espacio de cuidado, ya no pensándolo
como un cuerpo-trabajador, como máquina de producir, sino como un cuerpo
saludable que rompa los esquemas de los vicios y las enfermedades que las
jerarquías imperantes querían hacernos someter y padecer.
-El ecofeminismo, corriente teórica
y de praxis cotidiana que se desprende principalmente del espacio de
Centroamérica y que tiene un posicionamiento de recuperación de las tradiciones
ancestrales, el respeto por los seres vivos, por nuestros propios cuerpos, la
armonía con la naturaleza y el frenar la expansión de la devastación del Abya
Yala, a la vez que considera la explotación de las mujeres como parte y reflejo
de la explotación hacia la naturaleza.
“La desmesura de la economía está
provocando una serie de impactos graves y con frecuencia irreversibles. El
cambio climático avanza sin que los aparentes esfuerzos institucionales
desemboquen en una reducción real de las emisiones de CO2; la biodiversidad se
reduce de forma significativa, desapareciendo con ella información clave para
la formación de los ecosistemas que han permitido la vida compleja; muchos
recursos se agotan sin encontrarse sustitutos; el acceso al agua no contaminada
es cada vez más difícil; y crecen las desigualdades en las que una parte de la
humanidad se enriquece a costa de devastar los territorios de los que depende
la supervivencia de la otra. Podemos decir que nos encontramos ante una grave
crisis ecológica que amenaza con cambiar las dinámicas naturales que explican
la existencia de la especie humana. Pero también, dentro de la esfera de la reproducción
social hay problemas. Por una parte, la construcción de la identidad política y
pública de las mujeres, en una sociedad que solo ve la esfera productiva, se
realiza a partir de la copia del modelo de los hombres, sin que estos asuman
equitativamente su parte en los trabajos de cuidados. El aumento de la
esperanza de vida y un modelo urbanístico que privilegia la distancia exige aún
más tiempo para dar respuesta a la necesidad de cuidado de las personas
complican aún más las posibilidades de compaginar el mundo del trabajo con la
reproducción social que se realiza en el ámbito doméstico”. [1]
Las críticas del ecofeminismo académico, sin embargo, apuntan a una esfera
económica y de producción específicamente al señalar la imposibilidad del
capitalismo avanzado de seguir sustentándose sin generar crisis y desastres
naturales graves e irreversibles. No deja de ser cierto, pero no es el tema
puntual de nuestro ensayo. Lo relevante es cómo, de la mano con esta critica
desde una productividad industrial, se desmonta a partir del feminismo y la
ecología un discurso y una maquinaria impuesta por Occidente, que es la
maquinaria perfecta de depredación inconsciente.
“En tal sentido Shiva señala que el
ecofeminismo plantea que, desde el punto de vista histórico, cultural y
simbólico, existen importantes interrelaciones entre la explotación, opresión y
violencia contra las mujeres y la explotación, opresión y violencia contra la
naturaleza, siendo que estas relaciones han sido estructuradas por la sociedad
y la ideología patriarcal. No obstante ello, el ecofeminismo señala que es
necesario crear espacios de libertad, donde la diversidad y la autonomía sean
los valores que guíen las acciones de los hombres y mujeres para la
construcción de una sociedad socialmente sostenible.”[2]
-El anarcofeminismo que se ha
desplegado en las ultimas décadas y se ha urdido desde una máscara de
anonimato, de trabajo oculto importante, pero que ha ido creciendo a través del
abolicionismo, y se ha comenzado a visibilizar en espacios públicos gracias a
charlas, conversatorios, tocatas, producción y libre entrega de
autopublicaciones, fanzines, documentos, afiches, acciones directas no
violentas – intervenciones en marchas, en mataderos, en laboratorios, acciones
directas violentas- como se puede ver en ciertas acciones del FLA (frente de
liberación animal), que levantan en algunas ocasiones las consignas
antiespecistas en conjunto con consignas de carácter feminista)
“De manera que la anarquía y el feminismo comparten un precepto central: ninguna persona o grupo debe ejercer dominación sobre otrx y, entonces, ¿cómo se puede ser anarquista sin aliarse a la causa feminista? Pero, ahora bien, ¿qué es el antiespecismo y qué tiene que ver con la anarquía y el feminismo? Bueno, pues el antiespecismo es también un enfoque, práctica, filosofía y paradigma que señala que la violencia ejercida entre especies animales es una forma de discriminación que debe desaparecer.“ [3]
Este último punto nos parece sumamente relevante porque el feminismo antiespecista,
considero, tiene una fuerte carga de pensamiento tanto ácrata como anárquico,
al concebir el antropocentrismo y la sociedad especista de consumo de cuerpos
no humanos a través del esclavismo, la explotación y la depredación como algo
intolerable, y algo contra lo cual se tiene que luchar, algo que va de la mano
tanto con el modo de producción del capitalismo, a la vez que del patriarcado
mismo. Eliminar toda forma de jerarquia, de verticalidad que se sustenta a
partir de una relación de poder donde hay siempre un grupo privilegiado que
tiene la capacidad de ejercer coacción y violencia para, desde distintos
lugares, perpetuar su posición histórica de hegemonía, ya sea mediante la
economía, el lenguaje, la (necro)política, la tortura, el trabajo… y, la más
peligrosa de todas por lo invisible y cotidiano: la moral y las costumbres.
El anarcofeminismo ha sabido clarificar
de manera muy precisa el hilo que une a esta tríada de explotación,
jerarquización, y cosificación de cuerpos, que se sostiene en los tres ejes de
Capitalismo, Especismo y Patriarcado. Primeramente, podemos dar una lectura de
la interseccionalidad entre el anarquismo y el antiespecismo al clarificar la
relación de explotación y opresión que se reproduce a través de la
esclavización de lxs animales no humanxs, matriz propia del capitalismo en sus
esferas primarias, y que articula la sociedad burguesa y el modo de producción
capitalista, en la cual existe una jerarquía entre distintas clases, en la que
hay una que posee privilegios, y la capacidad de ejercer violencia
institucionalizada y normalizada en contra de la clase que produce.
“Usamos animales como nosotrxs,
simplemente de otra especie, para todo: alimentarnos, vestirnos, arreglar
problemas que sólo nos atañen a nosotrxs (utilizándolos de vigilantes, de
guías, para experimentar...), etc. Todo empieza cuando somos pequeñxs; mediante
la educación/adoctrinamiento se nos enseña que la vaca vive en la granja y
sirve para dar leche, la gallina para dar huevos y el cerdo para dar jamón. Los
típicos libros para niñxs nos piden que unamos con una flecha el animal con el
producto que obtenemos de su explotación y muerte. A partir de ahí, nuestra
visión de los animales se reduce a que somos superiores a ellos, están aquí
para servirnos y podemos utilizarlos a nuestro antojo “[4]
Si existe tal hegemonía de los modos de relaciones de poder entre lxs humanxs,
y el anarquismo desde sus preceptos fundamentales se estructura a partir de la
abolición de estos modos de relacionar-nos, explotar-nos, cosificar-nos como
parte de la maquinaria depredadora, se hace evidente que en cierto punto de la
historia aparezca- o se haga consciente-
la visibilización del problema de lo animal, al comenzar a clarificarse
que, como diría Jason Hribal, “los animales son parte de la clase trabajadora”
(titulo de un ensayo que problematiza respecto a esto), en el sentido en que
hay una proletarización tanto de lo humano como de lo animal, cuando no sólo se
toma a lo animal como un objeto del cual extraer un “bien necesario” para
nosotrxs, sino que se tecnologiza el extractivismo y la explotación a éstxs de
manera sistemática para mejorar la eficiencia, la reproducción de lxs animales
para tener más de donde extraer, y se optimiza todo esto mediante el
mejoramiento de las industrias en las granjas animales, optimizando también las
formas de tortura, específicamente, hacia las hembras.
Beatriz Preciado
(actualmente Paul Preciado, autorx de origen español) escribiría:
“Las primeras máquinas de la revolución industrial no fueron ni la máquina de vapor, ni la imprenta, ni la guillotina, sino el trabajador esclavo de la plantación, la trabajadora sexual y reproductiva y el animal. Las primeras máquinas de la revolución industrial fueron máquinas vivas. El humanismo inventa otro cuerpo al que llama humano: un cuerpo soberano, blanco, heterosexual, sano, seminal. Un cuerpo estratificado y lleno de órganos, lleno de capital, cuyos gestos están cronometrados y cuyos deseos son el efecto de una tecnología necropolítica del placer. Libertad, fraternidad, igualdad. El animalismo desvela las raíces coloniales y patriarcales de los principios universales del humanismo europeo. El régimen de la esclavitud y después el del salario aparecen como el fundamento de la “libertad” de los hombres modernos; la guerra, la competencia y la rivalidad son los operadores de la fraternidad; y la expropiación y la segmentación de la vida y del conocimiento el reverso de la igualdad. “ [5]
Desde la interseccionalidad, contemplamos que ya no hay una división fija e inamovible entre las tres esferas que menciona preciado, sino que todas estas formas de explotación se encuentran hiladas entree sí, se dan de forma simltanea en los cuerpos, tanto humanos como animales, con la distinción de que en lo humano la explotación se ha ido tecnologizando para llevarla al mínimo, hacerla casi imperceptible, pero en lo animal se sigue desplegando con una bestialidad avasalladora, invisible desde la publicidad, pero presente en toda la contrainformación que circula acerca de la verdad de los mataderos que los avisos de Colun ocultan para resguardar la maximización de sus ventas.
También desde esta interseccionalidad, Carol Adams en su texto “La política sexual de la carne” trabajaría en su propia perspectiva de cómo económicamente al patriarcado y al capitalismo les resulta una maximización eficiente de sus propios recursos la explotación y esclavización sintomática de los cuerpos de hembras para su consumo. De hembras de TODAS las especies, incluída la nuestra.
“Sin embargo, hay un grupo extenso de individuos que ha sido todavía más desfavorecido: los animales no humanos. De forma similar, la desigualdad e injusticia pueden ser constatadas respecto de todos aquellos individuos que no pertenecen a la especie humana, puesto que son explotados y dicriminados de forma sistemática por la amplia mayoría de seres humanos. (…)"La opresión a la que están sujetes todes quienes no son percibides como hombres cisgénero en el contexto patriarcal se puede sintetizar bajo tres ejes fundamentales: objetificación, subordinación y abuso" [6]
No podría ser posible una explotación masiva de hembras de una manera tan óptima tanto para el mercado y las empresas, como para quienes consumen los productos, si no existiera, además de un pensamiento especista arraigado en lo más profundo de nuestra humanidad, una industria con el suficiente poder adquisitivo y la suficiente libertad de acción, como para poder hacer efectiva esta explotación y esclavitud en masa, y que opera desde una clandestinidad en la que, en la propaganda muestra páramos verdes de tierras sureñas con vacas libres pastando tranquilas, cuando lo que se oculta detrás de un vaso de leche es la violación reiterada de una vaca para que produzca leche, mientras su ternerx le es arrebatadx y , en caso de ser macho, es asesinado para convertirse en filetes, y, en caso de ser hembra, es condenada a repetir la historia de su madre y de todas las hembras enclaustradas en un matadero mientras los ojos humanos voluntariamente deciden ignorar el genocidio animal del que son cómplices.
“Bueno y, ¿qué hay del antiespecismo y el feminismo? Pues, aquí el hilo conductor es mucho más visible: si no está bien violar a una mujer por placer sexual, ¿por qué está bien violar vacas (que gritan y sufren cuando se les insemina [eufemismo] igual que la hembra humana lo hace) por placer al gusto y para reproducir un mercado? Si no está bien obligar a una madre humana a no amamantar a su bebé en público ¿Por qué está bien obligar a una madre a no amamantar a su becerro, no volverlo a ver y quitarle toda su leche materna para comerciar con ella y con su bebé?” [7]
Como hablamos de términos de mera producción y mercancía, se hace complejo hablar sobre ”bien y mal”, cuando la moral es un tema que ya no guarda relación en estas esferas, que, como bien sabemos, no opera desde los términos de la justicia, sino desde propia eficiencia, la calidad, el rendimiento en términos monetarios, y la ganancia que se pueda obtener a cualquier costo. Lo que resulta verdaderamente problemático es que en una época en la que se cuestionan diversas formas antes normalizadas y validadas de explotación y sometimiento, la explotación animal siga siendo algo en su mayoría ignorada, mayormente de forma voluntaria. Nos enfrentamos a una disputa bélica en la que la mayoría prefiere cerrar los ojos o correr la cabeza ante la violencia de la que está siendo parte, ya que hace tambalear una cotidianidad tan cómoda como lo es la alimentación (más bien la gula del paladar carnista), o, yendo más a fondo, la propia relación entre lxs humanxs con su entorno; un problema que no hace más que hacer hincapié en el antropocentrismo que Occidente impuso y que históricamente ha reproducido mediante todo tipo de narrativas, que se encuentran escritas actualmente en el cuerpo de todas las hembras violadas para el consumo de cuerpos humanos patriarcales, esclavistas, occidentalizados, que deciden no leer esas narrativas, considerarlas ajenas, lengua impropia, cuando en realidad el gesto de la ceguera es una complicidad culposa y silenciosa.
El feminismo aparece desde voces de mujeres enardecidas que decidieron empoderarse desde el ámbito de la escritura, desde la participación política, desde la disrupción en el orden binario, de los espacios públicos, subvertir la masculinidad en la academia… en un mundo de humanxs para humanxs las mujeres aun tenemos el privilegio de pertenecer a la especie dominante, de poder desplegarnos en todos los espacios y ámbitos a partir de nuestro cuerpo humano, de nuestra voz – es innegable la hegemonía de la voz y de la Palabra que existen, otro legado de Occidente-. Pero…¿ qué pasa con lxs animales? ¿ que pasa con todas las hembras animales que están sufriendo padecimientos iguales o peores a los nuestros desde el total abandono? Se hace necesario un feminismo antiespecista y anarquista, y, menos mal, está comenzando a gritar. Con palabras, con gritos desgarradores, con alaridos, sacando a toda animal de su silencio, de manera lenta, desde un ataque subterráneo, minoritario, que va en expansión estratégica, aunque el trayecto es largo, como siempre lo es enfrentarse a una comodidad humana que, en este caso, es una conjunción de la tríada maldita que por excelencia ha perpetuado en la historia la existencia de grupos privilegiados y grupos explotados, y que el anarquismo se propone destruir.
Lo importante de esta forma de feminismo es, a nuestro parecer, que nunca debe olvidar que, pese a las condiciones de similitud que existen con lxs animales- proletarizaciçón, cosificación, sexualización, subordinación-, aún contamos con el privilegio- aún siendo mujeres o disidencias dentro de un cis-tema patriarcal- de formar parte de una humanidad, y es a partir de ella que debemos decidir de que manera acompañar en una lucha por la liberación de toda forma de la naturaleza que se encuentra esclavizada. Acompañamos, no representamos, no hablamos por nadie, hablamos por cada una de nosotras. Asumir nuestra verticalidad en ciertas luchas en vez de apropiarnos de ella- como lo hace el neoliberalismo al coaptar ciertas consignas que hacen peligrar el orden, y las hace circular sin contenido, como ocurrió con el #NiUnaMenos- es un gesto de sororidad hacia esas animales que se encuentran en desventaja, es cuestionar la propia hegemonía de las formas humanas de organizarse y posicionarse, es igualmente comprender las disputas del Abya Yala, el terreno latinoamericano, desde una perspectiva contra el extractivismo del que nuestra tierra ha sido victima históricamente como patio del primer mundo, como dispensador de materias primas a base de la industrialización y contaminación de nuestros territorios, nuestro ecosistema; es realmente cuestionar nuestros privilegios como especie tanto desde un espacio feminista, como desde un pensamiento libertario y ecológico.
[1] Pascual, M y Herrero,Y. Ecofeminismo, una propuesta para repensar el presente y construir el futuro. Boletín ECOS nº 10, enero-marzo 2010
[2] Santana, N. El Ecofeminismo Latinoamericano. Las Mujeres y la Naturaleza como Símbolos. P. 42
[3] Sotomayor, P.. (2018). Debate (A): Anarquía, feminismo y antiespecismo. Periódico El Libertario.
[4] Asamblea Antiespecista, La misma libertad. Reflexiones sobre liberación animal y anarquía. Madrid, 2010. P. 9
[5] Preciado, B. (n.d.). El feminismo no es un humanismo. El Estado Mental, 5.
[6] Faria, C. Lo personal es político. Pp. 26-27
[7] Sotomayor, P.. (2018). Debate (A): Anarquía, feminismo y antiespecismo. Periódico El Libertario.
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