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La complicidad entre Patriarcado-legalidad-Estado

La complicidad entre Patriarcado-legalidad-Estado:  Institucionalidad asesina encima de nuestros cuerpos y posibles salidas desde el anarquismo

Fanzine descargable para imprimir en: https://www.mediafire.com/file/loet7nqi0ek3jgc/Fanzinelisto.pdf/file


 "Dedico este escrito a mis hermanxs que siguen en la lucha, a las que no están, a las que estamos y a las que estaremos siempre ya sea en cuerpo o en ideales. A las que nos lamemos las heridas, resistimos, insistimos y existimos en todas las dimensiones y trincheras. Amor y fuerza para nosotrxs en la guerra multidimensional. No nos rendiremos"


Es necesario hacer una doble contextualización para clarificar desde dónde nace este fanzine: el primer contexto está situado en Julio del año 2020 en este territorio de nombre impuesto Chile. Específicamente, el estar en este lugar de la historia humana llamado sexta extinción masiva, produjo un régimen de confinamiento que obliga a estar en encierro en los hogares. Esto devino en un aumento de las denuncias por violencia de género, doméstica e intrafamiliar (según cifras entregadas por la misma Organización Mundial de la Salud). De la misma manera, en este mes se produjo la formalización de Martín Pradenas, acusado por múltiples víctimas de abuso sexual. Una de ellas, Antonia, terminó en “suicidio” (que, sin querer ser subjetiva, es un asesinato, un femicidio más); el resultado de este juicio fue, inicialmente, arresto domiciliario, y, luego de diversas manifestaciones feministas en el territorio, se revocó esa medida cautelar y se le impuso prisión preventiva. De la misma manera, en este mes, se va a revisar la medida cautelar de Felipe Rojas, autor del asesinato de Fernanda Maciel, para evaluar el cambiar la sanción carcelaria.

El segundo contexto es el personal. Porque, si hablamos del patriarcado y las heridas que nos deja, también hablamos del lugar político y afectivo que habitamos y de cómo las experiencias van definiendo nuestro carácter, nuestras consignas y nuestras disputas. Soy una mujer, declarada anarquista, feminista y antiespecista. Un cuerpo no masculino hegemónico, que ha padecido las diversas formas del machismo encarnado en la violencia: agresiones, abusos sexuales, cosificación, acoso. Y lo que me lleva a escribir esto es que realicé una denuncia en contra de un hombre por abuso sexual reiterado y pude comprobar de manera empírica que esa institucionalidad a la que nos obligan a llegar no sólo es insuficiente, sino que no nos quiere escuchar. Y entonces, ¿quién nos escucha? ¿Quién nos ampara? Son las reflexiones políticas y emocionales las que he habitado y a las que he llegado las que deseo compartirles.

Mucho podemos hablar de teorías respecto del anarquismo, citar a Bakunin, a Kropotkin, o a autores más contemporánexs como Cappelletti, e incluso a mujeres como Emma Goldman o Virginia Bolten. Pero sólo voy a enunciar que el anarquismo busca destruir la jerarquía de clases; socializar los medios de producción; instaurar una nueva sociedad horizontal basada en la autogestión, el apoyo mutuo y la ecología; reconstruir las relaciones sociales fuera de las lógicas de verticalidad y derrumbar todos los aparatos que los Estados naciones han creado para adoctrinarnos y mantener su orden social: policía, dispositivos militares y espacios donde se replican lógicas autoritarias como la escuela, la psiquiatría y la cárcel; cuestionando, paralelamente, su nacimiento, espacio, función y repercusiones:

 Entre estos dispositivos, la cárcel aparece como un espacio verdaderamente conflictivo, cuando pensamos en que, a la hora de realizar una denuncia contra un agresor sexual, la máxima sanción que un juicio puede entregar es la privación de libertad. Y realmente, siempre que queremos resguardarnos de un sujeto peligroso o resguardar a otras personas, nos dicen que la legalidad es el único lugar legítimo al que podemos apostar; que una funa, un escrache, o las medidas autoorganizadas que de manera colectiva queramos tomar no son suficientes, o incluso, no son válidas. Nos instan, nos insisten que denunciemos, pero cuando lo hacemos, podemos comprobar directamente que para los aparatos jurídicos no somos un tema. Han criminalizado brutalmente la protesta y la organización contrahegemónica, incluso con leyes tan absurdas como la anti-stickers. Han tecnologizado el Sistema de Inteligencia del Estado y traído de vuelta a la ANI de la dictadura para enfrentar a ese “enemigo poderoso” contra el que el Estado está en “guerra”, que, en este caso, es la clase oprimida organizada buscando condiciones de vida menos miserables. Sin embargo, cuando se trata de dar una respuesta operativa a los problemas de violencia de género, todos los aparatos que ostentan un cargo de “justicia” a la burguesa, voltean la cabeza, cierran los ojos o imponen discursos desde una tibieza punitiva que resulta sospechosa, sobre todo por la manera en que ese mismo espíritu punitivo aparece avasallador, voraz, y terrorista de Estado en otros contextos.

 Con estas palabras no estoy diciendo ni por acercamiento que deberíamos exigirle al Estado y al aparato judicial que expandan sus redes autoritarias de sometimiento y sanción. Únicamente estoy cuestionando la manera en la que aplican la coerción estatal para algunos casos y para otros que son tan graves como una violación, dejan la situación pasar, exponiendo no sólo a la(s) víctima(s) sino que a todo el entorno. Ese relativismo institucional no es más que una muestra de cómo la manera de crear y aplicar leyes en un sistema Patriarcal siempre va a estar a favor de los victimarios y va a poner constantemente en tela de juicio al relato de una víctima. Eso lo podemos ver incluso con las denuncias anónimas. Vemos a montones de personas convertidas, frente a una funa, en investigadores privadxs o en microjueces, exigiendo las pruebas y hasta el más mínimo, morboso y escabroso detalle antes de dar credibilidad a las palabras de quien está contando un relato. Presunción de inocencia, le llaman. Yo lo llamo enjuiciamiento cómplice.

 ¿Por qué, cuando se realizan recogidas de testimonios, la yuta puede presentar un relato y ya son considerados testigos de fe, por lo que, su propio relato es tomado como prueba? ¿Por qué nuestra palabra pierde ese peso y esa carga de responsabilidad y veracidad? ¿Es porque no damos el saludo a la bandera? El enlace entre veracidad-servicio a la patria aparece peligroso y genera una verticalidad en la que están por arriba quienes tienen el poder de su narrativa y por debajo estamos nosotrxs, que, no sólo tenemos una voz no incidente ni hegemónica, sino que estamos supeditadxs a la violencia de quienes están arriba: la institución de Carabineros, en este caso. Reconocida por su labor de servicio a la burguesía, las empresas y los políticos dominantes que conforman los aparatos que sostienen al sagrado Estado-nación, como también por la infinidad de denuncias por acoso sexual, abuso y violación en su contra. Es desde ese papel político de defensa de la soberanía de las autoridades que emerge la validez de su palabra, es desde ahí que surge la validez que se le da a la institucionalidad para enfrentar estas situaciones.

Pero al final, ¿de qué sirve tomar la vía institucional? A nivel personal, les quiero transparentar que el hombre que denunciamos tanto en Carabineros como en Fiscalía y a nivel de universidad sigue tranquilo, y que, de hecho, cuenta con más casos de agresiones sexuales. A nivel macro, todxs hemos podido ver cómo los medios de comunicación, aliados de la burguesía y defensora de sus intereses, hacen un show mediático, un circo, con los femicidios y desapariciones. Hacen un reality, exponen a las víctimas y a sus familias, resguardan a los victimarios y están constantemente dando muestras del machismo que tratan de encubrir con la preocupación inescrupulosa. Hemos podido revisar constantemente en redes sociales que una y otra vez los hombres denunciados formalmente quedan en libertad, con sonrisas burlescas y la impunidad y la frente en alto. Hemos podido ver que compañeras que denuncian de manera “informal” (no legal) son cuestionadas, lapidadas socialmente, o que incluso son demudadas por sus mismos victimarios y tienen que salir públicamente a desmentir el relato que, pueden bajar de las redes, pero no de sus cuerpos, escritos por la agresión. La cárcel, entonces, expuesta y presentada para que haya validación social como una instancia necesaria para protegernos de la criminalidad y el riesgo, muestra realmente su intención. Si no encierra a violadores pero sí a quienes que por cualquier motivo roban, infringen la ley (el mayor porcentaje de presos en Chile lo está por estos motivos) o aparecen como peligrosxs para el orden social y la paz ciudadana (como ocurre con lxs formalizadxs por la ley anti-terrorista o las recientes leyes que criminalizaron las protestas desde Octubre), entonces el foco está puesto encima de una criminalidad que recae, en primer lugar, en un fenómeno económico y social que es consecuencia de las desigualdades de clase (como ocurre con el robo) o en perpetuar la estabilidad social que el neoliberalismo necesita para seguir funcionando (como ocurre con el encarcelamiento y las medidas punitivas para quienes se organicen y protesten). No les interesa hacerse cargo institucionalmente de la violencia patriarcal porque no es tema de interés para ellos, y porque, de hecho, el Estado es también una entidad patriarcal y no va a hacerse cargo de algo que lo va a cuestionar o que va a remover sus cimientos.

 Pues, entonces, hay que pensar en los recintos carcelarios y en la sociedad de control desde su contenido político e ideológico. La cárcel es el método punitivo de control social que cae encima de quienes son una amenaza para el régimen dominante y de control, determina lo delictivo en términos de sus propios intereses. La cárcel, entonces, no es para todxs. Es para lxs pobres, para lxs que hacen tambalear la paz burguesa que el Estado necesita. No es para los violadores, porque en la misma Historia ellos son los vencedores, desde las colonizaciones en adelante; la Historia del Patriarcado le da poder a la institucionalización del Estado, son cómplices y hermanos, nunca se van a apuntar.

 Nos empujan y muchas veces hasta nos hostigan para tomar esa vía legal que no va a llevar a nada más que a estrés, agobio, persecución, revictimización o a un tortuoso proceso de recolección de pruebas. Todo está construido para dañarnos más, porque nuestro relato no es suficiente, porque no somos testigos de fe y porque a los machos les dan la presunción de inocencia. A eso yo les respondo con presunción de culpabilidad. Todo hombre denunciado de una agresión sexual, del tipo que sea, es culpable hasta que ÉL demuestre lo contrario. Con eso se eliminaría al menos el terrible peso emocional que recae encima de nosotras de tener que estar buscando y recordando hasta el más mínimo detalle de una situación que nos vulnera, nos deja heridas física y emocionalmente. Esta medida no la digo pensando en darle más atribuciones al aparato institucional, pero, siendo realistas, si ese lugar de “justicia” existe y se posiciona como el único lugar legítimo para esto, mínimo es que hagan bien el trabajo que dicen hacer y desde el cual se dan validez a si mismxs y le quitan legitimidad a los demás; dado que nosotrxs no podemos aún construir espacios totalmente autónomos que no tengan que responderle a la legalidad y a los dispositivos policiales. Como teorizaban Bakunin y Kropotkin, al mencionar que la clase explotada tenía que tener aseguradas sus necesidades mínimas y el pan (el alimento) para poder organizarse y llegar a la revolución social, nosotras necesitamos el piso mínimo de poder salir a las calles sin miedo. Mientras exista una legalidad en la que, en las condiciones actuales, jueguen de ganadores los machos, tendríamos que:

 — reformular la vía institucional desde el feminismo;
— o construir alternativas autónomas de autodefensa y seguridad
.

Ninguna de estas alternativas, en todo caso, está exenta de la necesidad urgente de una reestructuración del sistema educativo. Así como, en caso de la inclinación por la primera opción mencionada, es menester considerar como NECESARIA la segunda alternativa de emancipación y autoorganizacion y construir siempre un horizonte Anarquista y libertario más allá del presente que queramos asegurar.

 La reestructuración del sistema educativo la menciono porque la manera en la que están hechas las mallas curriculares, planificaciones escolares y toda la dinámica hasta kinésica dentro de una sala de clases, tiene una carencia inmensa de educación emocional. La escuela, como espacio para reproducir las lógicas externas, de autoridad/oprimidxs, únicamente se encarga de brindar los conocimientos necesarios para poder ser engranajes funcionales dentro de las esferas del trabajo. No fomenta valores como la solidaridad, la empatía, la importancia de la colectividad y el trabajo no asalariado, sino que replica las estructuras de dominación y sometimiento propias de la sociedad, tales como la de clases económicas, la de autoridad y la patriarcal. A la vez, no se incluyen asignaturas relacionadas con educación integral ni de géneros. Es un espacio que totaliza a los cuerpos y que estereotipa, es una máquina de homogeneización, binarización y racionalización. Si, dentro de uno de los espacios más importantes para el aprendizaje y desarrollo de lxs niñxs no incluimos un cambio radical de concepción de los cuerpos ni destruimos los roles de género en lugares tan inocentes pero explícitos como los juegos y las dinámicas de las salas de clase, si no enseñamos que muchas cosas consideradas “normales” hasta ahora son en realidad violencia, el machismo seguirá siendo un espectro que va a seguir materializándose y cobrando nuestras vidas y la de los cuerpos no masculinos que vendrán. Una de las formas de hacernos cargo de despatriarcalizar la sociedad es no sólo luchar por abolir al machismo, sino que también comprender la importancia de tomar esta trinchera desde un lugar pedagógico. Y no de cualquier pedagogía, sino que una integral y libertaria, porque no queremos que sigan existiendo espacios que vulneren, adoctrinen y amolden cuerpos para extraerles su fuerza de trabajo y volverles productivos. Queremos espacios de educación horizontal, en la que en conjunto decidamos qué aprender, qué es lo que nos es importante, y qué sociedad queremos construir en conjunto, en vez de que lleguen con un libro de Historia de Europa a contarnos un relato que no es el nuestro, sino que el de nuestra explotación siglar, o con mil unidades de estudio en torno a las ideas hegemónicas que el sistema actual busca hacer circular y que queremos abolir.

 Y, sobre lo que mencioné un poco más atrás de construir alternativas autónomas de autodefensa y seguridad, es una urgencia actual y hacia el porvenir, sobre todo para no caer en reformismos o reajustes que aseguren la permanencia de los aparatos estatales, actualizándolos, o volviendo su explotación más amigable. Esto porque la legalidad es, además de autoritaria, claramente patriarcal, defiende otros intereses de otros cuerpos que no son los nuestros, que son abandonados como esa otredad que históricamente siempre hemos sido los cuerpos no masculinos. Si bien podemos estar emplazándola y tensionándola para que se reforme desde una política “de cuidado” (populista), lo que realmente queremos es que el machismo, con los años, con educación y transformación, se disuelva y dé paso a nuevas formas despatriarcales de relacionarnos. No solamente para poder vivir sin miedo, sin traumas, sin temores, sin muertas ni heridas, sino que para poder realmente tener una sociedad horizontal en la que no existan jerarquías. Y, para esto, necesitamos tener el horizonte de destituir a la legalidad de su lugar hegemónico de “Justicia” y construir, como ya dije, estas formas autónomas de seguridad. Redes de protección, espacios de complicidad y acompañamiento, para velar por el bienestar de las víctimas, cuestionar las raíces del machismo y des-anudar los hilos pequeños y cotidianos en los cuales este se expresa y que permanecían invisibles hasta hace poco. A su vez, se da el complejo espacio para hablar sobre cómo abordar de manera colectiva una situación de una denuncia y para eso recomiendo mucho el fanzine “Procesos de responsabilización comunitaria”, en el que se aborda, dependiendo de la gravedad del hecho de agresión, el concepto de justicia transformativa, de la mano con procesos de acompañamiento. Esto, entendiendo que en una sociedad patriarcal todxs tenemos el machismo interiorizado y, en el proceso de deconstrucción, siempre hay un antes en el que pudimos haber reproducido de diversas maneras ese machismo. Esto último no quiere ser una apología a la violación ni decir que hay que justificar, excusar y empatizar con agresores y machistas, que no se malentienda. Se refiere a que, dependiendo del nivel de gravedad del hecho, puede ser una alternativa ese espacio transformativo, antes que caer en lógicas sancionatorias de censura y expulsión, dependiendo de cómo la colectividad desee abordar el problema, entendiéndolo también como político. Todo esto, relacionado con la construcción de los espacios seguros, va de la mano con la organización, la política de los afectos, el acompañamiento y el resguardo, la destitución de la legalidad tradicional, la educación no binaria y la despatriarcalización de todos los espacios que habitamos y forma parte de las maneras no capitalistas de organización y reencuentro entre nosotrxs y con nosotrxs mismxs, como espacio temporal de complicidad dentro de un mundo patriarcal que se nos hace cada vez más despiadado y al que tenemos que enfrentar cotidianamente, ya sin la institucionalidad, pero cada vez más acompañadxs.

 Cuidémonos del conformismo reformista; que destituir a la legalidad de su lugar hegemónico sea siempre nuestro horizonte, junto con derrumbar toda jerarquía de clases (económica, género, raza, especie, etc), por nuestros ideales anarquistas y por nuestras vidas. Y que, a la vez, tengamos la lucidez de ser críticxs con la realidad actual, con el neoliberalismo y sus múltiples espacios de poder, para ser capaces tanto de dar respuestas inmediatas, como de planificar nuestras próximas estrategias y movidas. Tengamos resistencia y construyamos complicidad en todas las trincheras de esta guerra multidimensional.

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