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Análisis seminario Tecnologías/políticas de la imagen

 

En Marcos de guerra, refiríendose expresamente a "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica", Butler afirma:

 

"La argumentación de Benjamin sobre la obra de arte en la era de la reproducción mecánica puede adaptarse al momento actual. Las condiciones técnicas de la reproducción y reproducibilidad producen de por sí un desplazamiento crítico, por no decir incluso un pleno deterioro del contexto con relación a los marcos desplegados por las fuentes mediáticas dominantes en tiempo de guerra. Esto significa en primer lugar que, aunque al considerar la cobertura mediática global se pudiera delimitar un único «contexto» para la creación de la fotografía bélica, su circulación se alejaría necesariamente de dicho contexto. Aunque la imagen aterriza seguramente en nuevos contextos, también crea nuevos contextos en virtud de ese aterrizaje, convirtiéndose en parte de ese mismo proceso mediante el cual se delimitan y forman nuevos contextos." (Pág. 24-25)

"El marco que pretende contener, vehicular y determinar lo que se ve (y a veces, durante un buen período de tiempo, consigue justo lo que pretende) depende de las condiciones de reproducibilidad [reproductibilidad] en cuanto a su éxito [para tener éxito]. Sin embargo, esta misma reproducibilidad [reproductibilidad]  entraña una constante ruptura con el contexto, una constante delimitación de un nuevo contexto, lo que significa que el «marco» no contiene del todo lo que transmite sino que se rompe cada vez que intenta dar una organización definitiva a su contenido." (Pág. 26)

 

Podríamos, con vistas al desarrollo de este trabajo, traducir esta tesis de Butler diciendo  que la formación y consolidación de contextos y marcos que determinan lo que se ve [lo que se da a ver y lo que se oculta a la mirada (a la recepción)], dependen de las condiciones de reproductibilidad técnica y que, sin embargo, es precisamente la reproductibilidad técnica, la que, al mismo tiempo, rompe una y otra vez con los contextos y los marcos ya formados y da lugar a la formación de otros.

 

Analiza las  tesis de Farocki sobre las "imágenes operativas" y/o las de Paglen sobre las "imágenes invisibles", tomando este planteamiento de Butler como motivo principal del  análisis.  

 

 “En el proceso de la reproducción plástica, la mano se descarga por primera vez de las incumbencias artísticas más importantes que en adelante van a concernir únicamente al ojo que mira por el objetivo. El ojo es más rápido captando que la mano dibujando; por eso se ha apresurado tantísimo el proceso de la reproducción plástica que ya puede ir a paso con la palabra hablada. A1 rodar en el estudio, el operador de cine fija las imágenes con la misma velocidad con la que el actor habla.”[1]

 

Dentro de un contexto bélico, no fue coincidencia que surgieran nuevas tecnologías y técnicas para abordar la necesidad de captar un momento con el mayor detalle posible. En los contextos de guerra se dieron explosiones de procesos de industrialización y automatización. Una especie de movilización total (en términos de Jünger) de los medios de producción para lograr optimizar su capacidad de producción de arsenal bélico. Como resultado de todo ese proceso de industrialización surgieron las máquinas de escribir, las máquinas de coser, y posteriormente los avances técnicos en el mundo de la fotografía y el cine. Y, como era de esperar, el quehacer de la guerra hizo uso de los recursos industriales emergentes en distintos niveles para poder perfeccionar su técnica de guerra. La fotografía fue ampliamente utilizada, por ejemplo, para la Alemania nazi, para poder estudiar distancias, ángulos de ataque, formaciones militares... la fotografía como técnica se convirtió en una herramienta al servicio de la creciente tensión internacional, y en una parte importante de las estrategias de ataque. Pero, que la fotografía haya sido usada como herramienta para dichos fines, no significa que su condición técnica y de producción se haya visto reducida solamente a ello. Y es aquí donde podemos abordar lo que enuncia Butler de: "El marco que pretende contener, vehicular y determinar lo que se ve (y a veces, durante un buen período de tiempo, consigue justo lo que pretende) depende de las condiciones de reproducibilidad [reproductibilidad] en cuanto a su éxito [para tener éxito]. Sin embargo, esta misma reproducibilidad [reproductibilidad]  entraña una constante ruptura con el contexto, una constante delimitación de un nuevo contexto.” [2] La técnica propia de una época es tanto determinante como determinada de la configuración perceptual propia de dicha época. Lo que el ojo ve se expresa en cómo de manera técnica se plasma aquello, así como el ojo también percibe a través de la técnica propia de su contexto situado. Hay una condición determinante de matriz óptica en cómo la técnica –y la historia de la técnica- articulan modos de observar, percibir y habitar el contexto. Las condiciones de reproductibilidad determinan “lo que se ve”, o cómo se percibe lo que se ve.

Ahora bien, cuando nos adentramos a las lecturas de Farocki y de Paglen nos encontramos con una nueva condición técnica y de desarrollo tecnológico, mediante la era de la mecanización y de la masificación de la producción maquínica. El ojo humano, en su afán de, mediante la industrialización, buscar un método de perfeccionarse y optimizarse, ha devenido en la creación de diversos dispositivos que tienen esta condición de fotografía y rodaje, pero que ya no necesitan del ojo humano. Cuando Paglen habla de imagen invisible, habla de una imagen que es invisible para el ojo humano, una imagen a la cual el ojo humano no le es necesario, sino que puede prescindir de él, en la medida en que su finalidad es ser analizada, dateada, por una nueva forma de visión: la visión maquínica.

 



“Pero en la última década un cambio radical está aconteciendo. La cultura visual está cambiando de forma. Se está distanciando del ojo humano y tornando invisible. La cultura visual humana deviene así solo una forma particular de visión, una excepción a la regla. La mayor parte de las imágenes está siendo producida por máquinas y para máquinas, donde el ojo humano rara vez forma parte del proceso. La emergencia de la visión maquínica ha sido no sólo poco examinada sino también mal comprendida por aquellos que hemos comenzado a notar los cambios que están aconteciendo ante nuestros ojos. (…)Las imágenes invisibles y la visión maquínica se están tornando elementos cada vez más presentes.” [3]

Esta falta de necesidad del ojo humano, podríamos decir, es la condición de reproductibilidad de nuestra época. La historia de la técnica, en su afán de conquistar una mayor eficiencia a la reproductibilidad industrial, ha alcanzado nuevos niveles en donde los dispositivos tecnológicos han perdido su condición prostética y han pasado a ocupar el lugar que ocupaba antes el cuerpo humano, su fuerza de trabajo, su condición perceptual. El quiebre antropocéntrico, paradójicamente, ha ido de la mano con la misma invención humana en pos de perfeccionarse a sí misma, instalando una nueva época maquinal, en donde se están deshabitando los espacios humanos, y se está, no solo vaciando lo antes colmado de presencia humana, sino que llenando de automatización, y se está robotizando la vida mediante el reemplazo masivo de mano de obra humana por dispositivos electrónicos y máquinas de producción en masa. Si bien la condición propia de la Historia de la técnica, como se puede ver en LOAERT, siempre estuvo marcada por la búsqueda de la mejor forma de perfeccionar la copia artística, se fue avanzando hacia copiar el propio cuerpo que tuvo la necesidad de hacer la copia y el arte, hasta la época del reemplazo total.

 

 El punto es que si queremos entender el mundo invisible de la cultura visual maquínica debemos desnaturalizar nuestra visión humana. Debemos aprender a ver un mundo paralelo, compuesto de activaciones, puntos clave, “eigenfaces”, clasificadores, series de entrenamiento, etc. Pero no se trata simplemente de aprender un nuevo vocabulario. Los conceptos formales cargan con presuposiciones epistemológicas, lo que a su vez conlleva consecuencias éticas. Los conceptos teóricos utilizados para analizar la cultura visual humana son insuficientes a la hora de analizar el nuevo territorio maquínico. Esto produce distorsiones, puntos ciegos, e interpretaciones erróneas”. [4]

 

El mundo está comenzando a ser configurado perceptualmente en el lenguaje algorítmico de quienes aparecen en el lugar de la re-producción. Desde este lugar, podemos asociar lo expuesto por Paglen a lo desarrollado por  D’Andrea y Blanco en “¿Pueden nadar los submarinos? Las tesis de Turing y el mecanicismo”:

 

 “La idea de una máquina que piense puede rastrearse, al menos, desde Descartes, con una tesis muy clara y por demás  influyente en la posteridad: las máquinas no pueden (ni podrán) pensar, sencillamente porque carecen de la sustancia pensante. Por otra parte, la idea de un pensamiento mecánico ha suscitado muchas más adhesiones, provenientes sobre todo de un ideal lógico-epistemológico que asegure la validez de los procesos inferenciales. La condición necesaria para el cumplimiento de este ideal fue planteada por el sueño algorítmico de Leibniz: el razonamiento debe ser reducido a una combinación de signos y el cálculo no es sino una operación sobre signos.”[5]

 

No resulta difícil comenzar a ponernos en el lugar de la configuración perceptual algorítmica, cuando estamos en un contexto pandémico en el que toda nuestra vida ha quedado subsumida a la pantalla de un computador, y hemos debido aprender a extraer nuestra máxima eficiencia a partir de lo que podemos convertir de nuestra fuerza de trabajo y capacidad productiva en bits, pixeles y códigos binarios. Este proceso de industrialización, que comenzó, como ya se dijo, con la necesidad de genera mayor eficiencia en las esferas de producción industrial y artesanal, tiene también una fuerte implicancia política y económica, generando no sólo una devaluación del cuerpo humano, sino que de su fuerza de trabajo, aumentando las desigualdades de clase.

 

“Dado que los gobiernos buscan nuevas formas de ingreso en una era de recortes presupuestarios, y dado que el capital está permanentemente buscando nuevos aspectos de la vida cotidiana a colonizar, la capacidad para utilizar sistemas algorítmicos de reconocimiento de imágenes para extraer plusvalía de porciones cada vez más pequeñas de nuestra vida es simplemente irresistible.”[6] Al respecto de esto, y de esta nueva articulación del mundo laboral a partir de la tecnologización de las fábricas, Marx agregaría en sus Fragmentos sobre las máquinas: En la maquinaria, la ciencia se le presenta al obrero como algo ajeno y externo, y el trabajo vivo aparece subsumido bajo el objetivado, que opera de manera autónoma. El obrero se presenta como superfluo en la medida en que su acción está condicionada por la necesidad [de capital].“ [7]

 

En el texto de Didi Huberman “Cómo abrir los ojos” a propósito de Harun Farocki, y recordando su ensayo cinematográfico “Reconocer y perseguir”, aparece lo siguiente:

“Así́ como al principio los robots mecánicos tomaron a los obreros de la fabrica como modelo, pronto los superaron y finalmente los suplantaron por completo, las maquinas sensoriales reemplazaran el trabajo del ojo humano. A partir de mi primer trabajo sobre el tema llamé “imágenes operativas” a estas imágenes que no están hechas para entretener ni para informar (Ojo/Maquina, Berlín, 2001). Imágenes que no buscan simplemente reproducir algo, sino que son más bien parte de una operación”. Pero la “dialéctica de la Ilustración” es aun más retorcida, porque el desarrollo de tecnologías sofisticadas tiende a ir de la mano de, por lo pronto, las formas más brutales de indignidad humana. Al respecto, Farocki nota que “mientras los nazis ponían en el aire al primer avión de turbopropulsión y las armas teledirigidas, mientras conseguían miniaturizar la cámara electrónica para que fuera posible montarla en la punta de un misil, en Europa Central se contabilizaba, la mayor cantidad de trabajo esclavo conocida hasta el momento. Sorprende ver filmaciones de Peenemünde, la base del V2 y otros misiles: allí́, las armas de alto rendimiento son transportadas en carretillas de mano...” [8]

Es desde aquí que podemos incluir, al concepto de Paglen de imagen invisible, el de imagen operativa que desarrolla Farocki a partir, no sólo de lo que se puede observar de cómo en la Alemania nazi se hizo uso de la fotografía y el cine para sacar mayor provecho a la optimización de sus recursos bélicos e industriales, sino que a lo largo de distintos procesos bélicos, de vigilancia, y de producción en otro tipo de industrias que han optado por el reemplazo de la mano de obra humana por la “mano” maquinal.

“La apropiación del trabajo vivo por el capital adquiere en la maquinaria, también en este sentido, una realidad inmediata. Por un lado, lo que permite a las máquinas ejecutar el mismo trabajo que antes efectuaba el obrero, es el análisis y la aplicación —que dimanan directamente de la ciencia— de leyes mecánicas y químicas. El desarrollo de la maquinaria por esta vía, sin embargo, sólo se verifica cuando la gran industria ha alcanzado ya un nivel superior y el capital ha capturado y puesto a su servicio todas las ciencias; por otra parte, la misma maquinaria existente brinda ya grandes recursos.”[9]

 

Cuando ya no es el ojo humano el que articula la representación, ni el que determina el qué y el cómo se ve, nos instalamos en una dimensión de la era maquinal en donde, en potencia, toda imagen puede volverse invisible, sobre todo cuando la expansión de las empresas y espacios que tienden a dar preferencia a las máquinas para la producción y vigilancia es una realidad. Ya no se trata sólo de un mundo mecanizado y robotizado en términos de aumentar la producción o perfeccionar la reproductibilidad técnica, sino de un mundo que tiende a robotizarse y a dejar en el abandono la condición humana en pos de enaltecer las formas de inteligencia artificial que “miran” y determinan desde una condición algorítmica y mecanizada. La mecanización de la visión, - más aún que con la mecanización del trabajo- es la mecanización de la vida.

 

 “(…) “las imágenes operativas de la Guerra del Golfo de 1991, esas imágenes sin personas, fueron más que una mera propaganda para silenciar a los 200.000 muertos de esa guerra, a pesar de las rígidas medidas de censura. Surgieron del espíritu de una utopía bélica que no tiene en cuenta a los humanos y que los acepta como víctimas con condescendencia o incluso con cierta desaprobación. Cuando le preguntaron por las víctimas del lado iraquí́, un vocero militar respondió́: ‘We don’t do body counts’. Esa frase se podría traducir como: ‘Nosotros no somos los encargados de cavar las tumbas, ese es un trabajo sucio que deben hacer otros. “ [10]

 

En este proceso de mecanización de la visión y de la vida podemos apreciar que, no solamente se está robotizando la esfera de la producción industrial y del trabajo, sino que los trabajos que quedan para la especie humana están siendo cada vez más vaciados de un sentido ético o de alguna dimensión relacionada con la moral. Al respecto de eso, y en el ejemplo citado en el párrafo anterior sobre las víctimas iraquíes de la guerra, se puede hacer un enlace con lo desarrollado por Hannah Arendt en su libro Eichmann  en Jerusalén, al respecto de la banalidad del mal. El ser humano, en esta era de la mecanización, pareciera estar mecanizándose en niveles en los que ya no hay un cuestionamiento respecto de las acciones, sino que hay pura repetición. Seguir órdenes, como si nos fuéramos automatizando y dejando programar, en un intento de supervivencia equiparándonos a las máquinas, que sólo son programadas y realizan aquello para lo que se las diseñó. Evidentemente esto no es una hipótesis que intente ser totalizante, puesto que dudo que toda la humanidad tienda a querer, por supervivencia, asemejarse a un dispositivo programado y robotizado. Pero, para términos de la bibliografía y del tema del ensayo, me era necesario expresar dicho planteamiento.

 

“También hay imágenes operativas sencillamente destinadas a monitorear a los seres humanos, a menudo bajo el pretexto –aceptado o directamente aplaudido por una parte importante de nuestras asustadas sociedades– de evitar que se destruyan a sí mismos.” [11]  Finalmente, Huberman plantea un punto que es fundamental de abordar en esta época de la hipervigilancia biométrica, digital y al detalle. Se ha instaurado un régimen de control al alero de la tecnoindustria y los dispositivos que operan como captadoras de imágenes operativas, que pasan por programas, softwares de reconocimiento, de rastreo de datos, de construcción de patrones y de Big data. Las cámaras de vigilancia también cumplen este criterio de imagen operativa e invisible, ya que operan mediante distintas operaciones acciones informáticas. Si tanto la visión, como el cuerpo, y como la imagen de la humanidad está siendo convertida a algoritmos, códigos binarios, imágenes robotizadas… Nuestra configuración perceptual puede estar tendiendo cada vez más hacia lo maquinal y lo ciborg.



[1] Benjamin, W. (1989) La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En Discursos interrumpidos. (p. 2)

[2] Butler, J. (2010) Marcos de guerra: las vidas lloradas. Editorial Paidós. (p. 26)

[3] Paglen, T. (2010). Invisible Images (Your Pictures Are Looking at You). En https://lafuga.cl/imagenes-invisibles/944

[4] Paglen, T. (2010). Invisible Images (Your Pictures Are Looking at You). En https://lafuga.cl/imagenes-invisibles/944

[5]  D’Andrea, A; Blanco, J. (2015) ¿Pueden nadar los submarinos? La tesis de Turing y el mecanicismo, en Filosofía e historia en el cono sur. (p. 193)

[6] Paglen, T. (2010). Invisible Images (Your Pictures Are Looking at You). En https://lafuga.cl/imagenes-invisibles/944

[7] Marx, K. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Capítulo “Fragmento sobre las máquinas”. (p. 4)

[9] Marx, K. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Capítulo “Fragmento sobre las máquinas”. (p. 7)

 

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