La enfermedad como límite y
apertura
Como trabaja Susan Sontag en su texto “La enfermedad y sus metáforas”, las
enfermedades, desde una perspectiva histórica, ha tenido una fuerte carga a la
hora de definir modos de habitar de las subjetividades que “padecen” o que
transitan por la experiencia de una enfermedad. Esta definición construyó una
serie de imaginarios que, de cierta forma, terminaron siendo una carga crónica
mucho más potente y negativa que las enfermedades mismas. Los prejuicios y los
imaginarios que comenzaron a operar y atravesar a los cuerpos enfermos impusieron
regímenes de vida basados en el suplicio, el confinamiento, e incluso, de tener
que cumplir patrones y estereotipos correspondientes a lo que cada época
construyó y definió como “su enfermedad” (en su momento con la tuberculosis, y
luego con el VIH). Se hizo hasta una caricaturización de lo que es un cuerpo
enfermo, generando el espacio a una nueva narrativa puesta encima de estos
cuerpos, que ya cargan no sólo con el peso de un padecer biológico – con todas
las implicancias físicas, emocionales y mentales que esto conlleva-, sino con
un estereotipo histórico, un prejuicio, y un imaginario social y cultural al
que tenían que responder. Cargar con una situación de corporalidad
“disfuncional” para lo que significa un cuerpo sano o “normal” en términos de
producción y de imaginarios, significa también el cargar con todo el imaginario
multidimensional que se impone con la narrativa de los modos de estar en
enfermedad. Se convierte en un límite que determina socialmente cuánto puede un
cuerpo y cuánto DEBE, a la vez que pone un límite, en casos como las
enfermedades virales, a los espacios, generando también una forma de régimen
sanitario en torno a lo viral y a las metáforas y narrativas que se producen.
“El gesto de querer
mantener “limpio” y “sano” el entorno, eliminando el moridero, responde a un
gesto de exclusión de lo indeseado con fines de mantener un espacio que es
percibido como intacto.” (Kottow, A. (2010). El SIDA en la literatura latinoamericana:
prácticas discursivas e imaginarios identitarios en Revista Aisthesis N° 74
(p. 251))
Esa carga sobre el cuerpo, como condena biológica y social, es doble límite,
desde lo ya mencionado, hacia lo condenatorio que vuelve al cuerpo enfermo. El mismo imaginario de una enfermedad genera que nos definamos/ leamos/limitemos desde el lugar de cuerpo enfermo en espera de una cura es otra carga más. Se incepciona el límite mental dentro de las personas en situación de enfermedad a causa de toda esta construcción histórica, narrativas, imaginarios, produciendo el límite que muchas veces es más incapacitante que la enfermedad misma, así como los límites sociales, sanitarios, o de la Sociedad construida desde el imaginario del cuerpo sano y productivo y que también repercuten de manera negativa.
Pero, si las enfermedades devienen en múltiples límites, ¿no tendrán la potencia de ser múltiples aperturas?
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